miércoles, 21 de enero de 2009

cafés




"No puedo imaginarme ni una hora de mi vida sin la riqueza de Europa, sin sus cafés, por ejemplo. Esos cafés que uno encuentra desde la costa atlántica -pienso en el de Pessoa en Lisboa, tan hermoso- hasta San Petersburgo, Odessa y Kiev. Moscú, en cambio, nunca tuvo cafés, pero Moscú es ya el principio de Asia, la inmensa Asia. Los cafés de este tipo tampoco existen en Estados Unidos ni en Inglaterra. Mantener ese diálogo de felicidad y de angustia, de ironía y trabajo, es algo para mí fundamental que, de forma milagrosa, ha sobrevivido a dos guerras mundiales y al Holocausto. Sin duda, habría que elaborar una metafísica del café..."
G. STEINER



Hoy he visitado todos los cafés que había visitado antes y me habían gustado, en diversos sitios; y la verdad es que fue una casualidad. Pensaba dar un paseo, antes de acudir a un lugar, una cita rutinaria y no muy agradable, pero comenzó a llover. Me metí allí, como podría meterme en otro lugar. El letrero ponía café, pero la carta del menú a la entrada , y algunas cosas me decían que era una de las tantas cafeterías de esta ciudad. Estaba casi vacío, éramos un señor en la barra y yo, que me senté en una mesa para hacer tiempo. Ah!, pero estaba la camarera. Sólo con verla al acercarse , y después al traer el café, me pareció una mujer inolvidable. Y el caso es que su apariencia era lo más normal, pero en algo era un soplo de naturalidad , y de bondad (en el buen sentido de la palabra). Yo pasaba las hojas del periódico, pero no me concentraba, en parte por lo repetitivo, en parte porque tal vez mi mente estuviese en otras cosas. Así que me llegaban ecos de la conversación con el viejo profesor (lo deduje por lo que hablaban , que si lo manuscrito, que si ¿y si usted no me entiende la letra?, y después porque él, al irse, me dijo que no le hiciese caso a los periódicos). Luego llegó un motero, se conocían. Después otro chaval que presupongo trabajaría por allí cerca. También se conocían (parecía que allí la única extranjera era yo). Comenzaron a hablar, o a coquetear, ni sé, pero sus forma de atenderlos, tan natural, me hizo cerrar ya el periódico, que al fin no leía. Todavía era pronto, pero me puse el chaquetón y me acerqué a la barra, a pagar. Con la misma naturalidad me cobró, me dijo algo, nos dijimos hasta luego y cuando yo salía, entraba más gente. Me fui con una sensación de alegría: a pesar de los pesares, aún hay gente que transmite esas cosas , tan sencillas : podría ser una ventera quijotesca.
No recuerdo el nombre del café- cafetería, pero no olvido el rostro de la chica , ni su manera de atender, con ese aire algo despistado pero amable, ni al viejo profesor. Espero no olvidad el lugar y volver pronto ; es que me gusta sentirme turista en mi ciudad, aunque sólo sea por un media hora o así. Y también espero que al rato de irme yo, aquello estuviese lleno, aunque ya no lloviese.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

*ya sé que ahora por América y más lugares, hay cafés así, a "lo europeo", pero me gusta esa reflexión.

Marcelo dijo...

Mi primer entrada en el blog se llamó "Guia para tomar café", los adoro...No los vi en USA, me alegra que en Europa continúen. Nosotros seguro heredamos la pasión por los cafés de allí. Yo también gusto de ser turista en mi país!
Un beso

Milk dijo...

Lo bueno de ser turista en tu ciudad es que uno se decide a abrir los ojos. La des-automatización, imagino.

Y sí, los cafés son algo fantástico. Aunque ya no son lo que (yo imagino que) eran.

manuel_h dijo...

domingos por la mañana de periódico y crucigrama en el café... eran bonitos

besos

Unknown dijo...

Bonito posts, historias de cafés, siempre tan atrayentes. Sentarse en un café a ver pasar la vida que transcurre entre mesas y barras delante de un periódico y una humeante taza es uno de esos placeres baratos que no nos podemos negar de vez en cuando.